Mi sistema de valores lo escribió un guionista de los 2000
Todo iba bien hasta que se acabó la temporada.
Crecí viendo a Rachel huir de su boda, a Brooke Davis luchar por encontrar su lugar y a Carrie escribir sobre hombres que daban más ansiedad que amor. ¿Y cómo no iba a ser dramática si me crié con las crisis existenciales de Buffy por cualquier cosa, las lloreras (y muertes) extremas de Anatomía de Grey y los gritos y portazos épicos del clan Gilmore?
Y sí, sabemos perfectamente que (casi) nada de eso era real. Pero nos lo creímos igual y lo absorbimos como si fueran instrucciones de vida.
Esos personajes (más o menos tóxicos) fueron nuestros referentes en el amor, la amistad y la relación con nosotrxs mismxs. Queramos o no, han dejado en nosotros una impronta que ha marcado nuestras vidas.
¿Quién no describe situaciones cotidianas haciendo referencia a algún personaje de ficción o a frases icónicas de Los Simpsons?. Estos guiones emblemáticos llenos de momentos épicos se han convertido en parte de nuestras vidas y han sabido expresar, en ocasiones mejor que nosotros mismos, lo que sentimos.
Me parece curioso que ahora con 38 años, revisiono algún que otro capítulo y me planteo cómo era posible que creyera que un personaje merecía la pena o que ciertos comportamientos eran positivos. Creo que es bonito que evolucionemos como personas y que esa evolución traiga consigo una visión nueva y refrescante de lo que fuimos y de lo que vimos.
Hoy quiero rendir homenaje (con ironía y cariño) a esas series que nos entretuvieron, nos formaron y nos dejaron una mochila emocional con referencias que aún usamos para sobrevivir. Porque, seamos sincerxs, la vida real es un guion sin ensayos, sin risas enlatadas y, a menudo, sin un final feliz preescrito.
- Lo que las series nos enseñaron (y lo que no nos contaron) -
Las sitcoms y los dramas nos prometieron lazos irrompibles y victorias épicas. La realidad es un poco más… compleja.
La amistad: esa montaña rusa (y la red cuando todo falla de verdad): Nos mostraron el ideal de los amigos de Friends, siempre ahí, en el Central Perk. Pero también la intensidad de tener a esa "persona" como la que Meredith y Cristina Yang construyeron en Anatomía de Grey: un vínculo tan profundo que puede ser tu salvación, pero también una fuente de dramas, celos y despedidas dolorosas. En la vida real, las amistades no siempre duran para siempre ni son una balsa de aceite. Cambian, se transforman, a veces se rompen y otras, simplemente se diluyen. Compartir piso te enseña los límites y la convivencia a golpe de fregona y de portazos. Y madurar es aceptar que las personas evolucionan, que los caminos se separan y que el cariño verdadero, aunque persista, no siempre significa estar siempre pegados. La red de verdad es esa gente que, sea mucha o poca, aparece cuando la necesitas, incluso si hace un año que no os veis.
El amor propio no siempre viene con aplausos ni ropa de diseño: Vimos a Gabrielle, Bree, Susan, Lynette y Edie de Mujeres Desesperadas intentar mantener la fachada perfecta mientras lidiaban con sus propios demonios. En la vida real, priorizarte a ti misma puede ser un acto solitario. No siempre hay ovaciones cuando decides decir "no", establecer límites o romper con patrones que te dañan. Tus amigas pueden ser tu familia elegida, tu refugio incondicional, como Brooke, Haley y Peyton de One Tree Hill, pero la verdadera elección es la tuya propia. Y no, el caos no es romántico solo porque lleve “Manolos” o te arrastre a aventuras inverosímiles; a veces, el caos es solo cansado.
La familia es un puzzle (y a veces, la magia es aguantarse): Las series idealizaron la unidad familiar, con sus peculiaridades entrañables, desde los Simpson hasta las hermanas Halliwell en Embrujadas. La verdad es que todas las familias son disfuncionales de alguna manera. Romper con patrones familiares arraigados es más difícil que cualquier dieta, como lo vivió Lorelai Gilmore. El vínculo se construye con paciencia, a menudo entre cafés y silencios incómodos, o incluso con algún conjuro fallido. Y no, no tienes que ser perfecta; nadie lo es. Puedes meter la pata mil veces como Homer Simpson y aún así merecer amor.
El trabajo: más allá de la fotocopiadora (y las lecciones inesperadas): Nos hicieron creer que la oficina era un nido de aventuras y romances épicos. A veces, el trabajo es simplemente eso: trabajo, y puede ser una mierda. Pero el humor, las pequeñas interacciones, esos momentos inesperados de conexión con un compañero al estilo de The Office, son los que hacen que un día horrible sea un poco más llevadero. Una broma interna o una tetera con un chascarrillo pueden significar más que una subida de sueldo si lo que buscas es sentirte parte de algo.
La vida es un continuo "estar rota" y reconstruirse: Vimos a personajes como Jack y los supervivientes de Perdidos enfrentar el caos más absoluto y a Buffy cargar con el peso del mundo en sus hombros. En la vida real, estar rota no te hace inútil, te hace humana. El dolor no se "supera" como si fuera una carrera; se integra, se aprende a vivir con él, a llevarlo contigo. Porque nadie tiene el mapa, nadie sabe qué hace aquí. A veces todo se va a la mierda… y eso también es parte del viaje. Puedes ser fuerte y tener miedo al mismo tiempo, y a veces, solo necesitas una estaca emocional (para protegerte de vampiros y traumas) y seguir adelante.
- Tu propio guion, sin tomas falsas -
Las series no tenían todas las respuestas, pero nos dieron refugio, referencias, consuelo y mucho que pensar. Nos ayudaron a entender que las fachadas perfectas de ocultan batallas invisibles y que las personas más fuertes son también las que tienen miedo.
Nos enseñaron que luchar cansa, pero sobrevivir es un superpoder. Y que, a veces, el amor de tu vida eres tú… cuando por fin te haces caso, como jamás entendió Ted en Cómo Conocí a Vuestra Madre.
No hay guion. No hay risas enlatadas. Pero hay algo más importante:
Tú, viviendo escena tras escena, sin ensayos… y haciéndolo lo mejor que puedes.
🧯 Lo que me pasó y no estaba en el roadmap
Le dije “igualmente” al camarero cuando me deseó buen provecho.
Estoy en la fase negación del trauma social.
💡 Lección aprendida (o no)
Casi nunca es el momento perfecto.
Y cuando lo es, no te da tiempo a darte cuenta.
🍿 Cosas que me salvan la vida (o me distraen de ella)
Una peli: ¡Olvídate de mí! - Ideal para cuando quieres llorar, reflexionar, y volver a escribirle a tu ex mentalmente sin enviar nada.
Una serie: Mujeres desesperadas - Porque a veces necesitas ver que otras también lo están haciendo todo fatal pero con eyeliner perfecto.
Un libro: Los ojos amarillos de los cocodrilos - Katherine Pancol - Un novelón sobre mujeres imperfectas, decisiones difíciles y renacer sin glitter pero con estilo.
Un podcast: ¿Puedo Hablar! - de Esnórquel y Perra de Satán. Esa dupla es fantástica y su lema "Ven por el chascarrillo, quédate por los traumas" es icónico y representa a la perfección su contenido.
Un capricho: este mueble molón de IKEA para el lateral del sofá.
Una canción: You’ve got the love – Florence + The Machine - Porque a veces estás al borde del colapso, todo te sale regular y luego… suena esto y piensas: venga, tira, que algo de amor queda. Aunque sea el tuyo propio.
❓ ¿Esto solo me pasa a mí?
Mi nevera está llena pero nunca tengo nada que me apetezca.
Soy una gourmet de antojos absurdos.
🧠 Por si sale en el trivial
Las hormigas no duermen.
Tú tampoco, pero al menos no estás organizando granos de arroz con la cabeza.
¡Gracias por seguir aquí martes tras martes! Ayuda a no sentirse tan sola :)
Nos leemos el próximo, si no me atrapa otro maratón de series nostálgico. Aunque… podría ser PeOr.
Y las hormigas tampoco tienen pulmones, como curiosidad 😂. El texto precioso y Sí salimos todos muy influenciados por cada una de las series que vimos porque el cerebro no doferencia entre lo real y la ficción. Pero mucho peor es ahora entre Netflix, Hbo y las redes sociales... ✨
Qué peligro dejar que el argumento vital lo escribiera un guionista de los 2000, jaja. Yo también crecí creyendo que la intensidad era el termómetro del amor, que las amistades se sellaban con lágrimas y coreografías, y que si no había monólogo interno en una crisis existencial, algo estaba fallando. Me he sorprendido muchas veces repitiendo patrones sin darme cuenta hasta que, años después, ves un capítulo con otra mirada y piensas: "madre mía, esto me parecía romántico". Pero claro, ¿cómo no iba a parecernos romántico si nos enseñaron que el caos era pasión y el silencio, abandono?
Como siempre, te agradezco que ofrezcas tu visión tan singular de las escenas cotidianas de la vida y por ponerle palabras a esta mezcla entre nostalgia, ternura y ganas de reescribir algunas de estas escenas. Porque sí, hubo cosas que nos marcaron, pero también ahora podemos decidir a qué tipo de serie queremos pertenecer.
(Y si puede haber menos gritos y más siestas… yo firmo ya el contrato.)